domingo, 7 de octubre de 2007

Charlas telefónicas

Córdoba no fue tan terrible. A Las diez de la noche subí al ómnibus otra vez.
Hable con mí padre. Comienzo a dudar de la existencia del muerto. No recuerdo el pasaje de la conversación que me ha hecho considerar la idea de que el muerto no existe. Creo que todo el discurso está envolviendo una mentira, pero, no de las peores, una mentira blanca y pura como una verdad trascendental.
Mi padre me extraña, supongo que no se resigna a vivir solamente con mi madre. En la charla telefónica no escondió su enojo debido a mi tardanza. -¿Como puedes tardar tanto? Eres un irresponsable, sigues igual- dijo. Traté de explicarle mis problemas económico. Fue peor
Le expliqué con detalles mi itinerario y le dí a entender que taradaría una semana para llegar a Lima. Me contestó con una lista de insultos, su despedida fue: "Debes llegar ya"

Estoy nuevamente en un ominibus, ésta vez provisto de una tableta de somniferos. Creo que alcanzará para sobrellevar la ruta hasta Salta

jueves, 4 de octubre de 2007

En tierra

Llegué a Córdoba. El viaje ha dejado en mi un resabio achacoso que me envuelve y condiciona mi percepción. Conozco la provincia por referencias, sé que posee un abanico de atracciones únicas.

Me parece horrible.

El ómnibus estacionó frente a un edifico de vidrio y enteramente infectado por comercios de chucherías. La terminal estaba extremadamente sucia y la imagen era desoladora. Un numero incontable de asientos blancos esperaban vacíos, en fila, uno al lado de otro.
Durante los meses de enero y febrero estos lugares se inundan de familias que vienen y van, dejando desechos de absurda melancolía sobre los asientos y, sobre todo, en las carteras de los comerciantes. La resaca era el único habitante del lugar. Eso fue lo que respiré

Los vidrios del edificio no podían esconder al sol que iba asomando y, amenazante, me haría pensar en ese cliché: "las pequeñas hermosas cosas de la vida, el sol, un gran día..." Aunque voy a ser honesto, el sol, hizo mas agradable mi estadía en aquella ciudad que, me había parecido aterradora.

Me alejé unas cuadras de la terminal y me senté en un bar a tomar un café. Una bebida alcohólica hubiese sido demasiado, mis libros bajo el brazo y mis anteojos, hubieran generado una escena bochornosa.

La lectura no pudo distraerme de mis preocupaciones, ¿Qué debía hacer con aquellos muertos?, ¿enterrarlos?, ¿esconderlos en el placard?...no supe

lunes, 1 de octubre de 2007

Presagio entre destinos


Mis sentidos otra vez están en funcionamiento. Veo en el asiento delantero un chico con su madre. Los otros lugares están vacíos. Mis ojos se posan en la ruta, todo comienza a empeorar.
Ahora imagino al horizonte como el final de todo. Imagino que una vez que llegue allí, caeré. No puedo evitar preguntarme. ¿Que voy a buscar? ¿por qué tengo esta sensación de ir hacia un final?. Imagino que la corriente me atrae. Gris, siguiendo unas líneas amarillas. El ómnibus no puede evitarlo, carece de fuerza, es incapaz de navegar contra la corriente. Siento que llegaré a una cascada profunda y que lo peor está en el fondo, después del golpe, en el horizonte.

Me comunique con mi padre, sigue sin contarme nada

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