viernes, 28 de septiembre de 2007

No distingo si es de día o de noche, la constancia ha aletargado mis sentidos. Los árboles negros amenazan con caer sobre el imperfecto gris del asfalto. Las sombras lo hacen. Una falsa húmeda recorre la ruta hasta el horizonte. El paisaje es una escenografía impenetrable, en la que no puede imaginarme dentro de ella. Me es imposible crear una imagen de mi al costado de la ruta.
Los ómnibus tambalean por el viento y los camiones dormidos van de orilla a orilla acechados por el abismo negro que los espera con una expresión amenazante.
La actitud de esos camiones me mantiene en vilo durante todo el viaje...

Ecribiendo en el ómnibus

El itinerario es un poco caótico debido a cuestiones económicas. Acabo de recordar la angustia que me ocasiona la ruta (y lo interminable que me parecen los viajes).
Dejé Buenos Aires espero volver pronto y algo mas tranquilo. Espero no volver a Buenos Aires con la angustia que tengo ahora (aunque creo que eso va a ser una empresa imposible)
Buenos Aires quiere retenerme, me tironea, me agarra de los hombros, hace lo imposible para retenerme. Estoy hecho de una textura gomosa. Voy pero estoy adherido a algo (siento que en cualquier momento una fuerza colosal me hará volver a Buenos Aires).

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